Análisis: Once Upon a Katamari

Junta y pega todo lo que puedas ver en esta historia divertida y colorida como siempre lo fue. 

Once Upon a Katamari es un juego de aventura arcade desarrollado por RENGAME y distribuido por Bandai Namco. Un regreso inesperado y al mismo tiempo inevitable de una de las sagas más extravagantes, coloridas y queridas del universo de los videojuegos. Esta entrega busca capturar el espíritu original de Katamari Damacy y, a su vez, reinventarse con una propuesta narrativa más elaborada y con nuevas mecánicas que expanden el concepto de enrollarlo todo. 

La obra llega en un momento en el que los juegos de estética simple vuelven a tener un lugar en el corazón de los jugadores. Con su característico humor absurdo, su mezcla de ternura y caos, y un apartado artístico que parece salido de un sueño psicodélico, Once Upon a Katamari no solo revive la esencia de su legado, sino que también reafirma que la magia de rodar un Katamari nunca desapareció, solo necesitaba una nueva historia que contar.

Esta franquicia nació bajo la dirección de Keita Takahashi en 2004, sorprendiendo a todos con su propuesta minimalista pero profundamente creativa. La idea de un pequeño príncipe que debe rodar una bola adhesiva para recoger objetos cada vez más grandes, hasta reconstruir estrellas y planetas, parecía una locura. Sin embargo, esa locura fue su encanto. A lo largo de los años, la serie ha mantenido una identidad visual y conceptual única, combinando arte pop japonés, música extravagante y una sátira al consumismo y la escala de lo cotidiano. Con cada entrega, la franquicia fue evolucionando, agregando nuevos primos, modos de juego y desafíos, pero manteniendo su filosofía que es la diversión que reside en lo absurdo. El juego está disponible desde el 23 de octubre.

Historia:

Once Upon a Katamari comienza con un conflicto cósmico, donde el Rey del Cosmos, en su intento de crear la historia perfecta del universo, accidentalmente borra los recuerdos de todas las estrellas. El cosmos queda vacío, sin relatos, sin leyendas y sin identidad. El Príncipe, junto con sus primos, debe entonces reconstruir las memorias de cada estrella rodando Katamaris que contengan fragmentos de cuentos, recuerdos y sentimientos. Esta vez, no se trata solo de recolectar objetos, sino de devolverle significado al cielo. Cada nivel representa un cuento perdido, inspirado en fábulas, leyendas o momentos históricos que el jugador deberá restaurar con su creatividad.

A medida que la trama avanza, el juego profundiza en el vínculo entre el Príncipe y su padre. El Rey del Cosmos, tan egocéntrico y ridículo como siempre, comienza a mostrar grietas en su majestuosidad como duda, culpa y nostalgia. Se revelan detalles de su pasado y de su obsesión con la perfección. El Príncipe, en contraste, simboliza la humildad y el esfuerzo, uniendo mundos con paciencia y cariño. Cada misión culmina con un breve segmento de narración donde una voz estelar relata cómo el Katamari restauró un fragmento perdido de la historia, y esas pequeñas historias crean una red emocional que conecta todos los niveles.

Jugabilidad:

La jugabilidad conserva la fórmula tradicional y simple como la de rodar un Katamari que crece conforme recoge objetos, animales, personas y estructuras. Sin embargo, esta entrega refina cada aspecto. Los controles se sienten más precisos, la física más coherente y el ritmo del crecimiento más fluido. Ya no basta con recoger lo que se pueda; cada objeto tiene un valor narrativo, aportando fragmentos de historia que afectan el progreso de cada nivel. Algunos objetos incluso desbloquean recuerdos o pequeños diálogos entre los primos, dando un sentido más orgánico al acto de rodar.

Los primos del Príncipe vuelven como personajes jugables y cada uno posee habilidades únicas. Algunos ruedan más rápido, otros tienen una atracción magnética más fuerte o pueden ejecutar saltos cortos para alcanzar zonas elevadas. Esto introduce una capa estratégica como la de elegir al primo adecuado según el tipo de nivel puede marcar la diferencia entre un resultado promedio o una puntuación estelar. Además, existe un sistema de progresión donde los primos ganan afinidad cósmica al cumplir misiones, desbloqueando atuendos y mejoras que personalizan su estilo de juego.

Las misiones, ahora llamadas capítulos cósmicos, varían enormemente. Algunos piden recolectar solo objetos de un tipo (como cosas redondas o de color rojo), mientras que otros plantean condiciones absurdas, como rodar sin romper cierto equilibrio o evitar absorber elementos que cambien la temática del cuento. Incluso hay misiones con límites de peso o tiempo alterado, donde la velocidad del Katamari varía según la cantidad de objetos poéticos rodados. La variedad es tan grande que ningún nivel se siente igual, y siempre hay un toque de locura o sorpresa que mantiene la experiencia fresca.

Una gran novedad es la mecánica de Cuento Expandido. Al completar misiones, el jugador puede “desplegar” partes del cuento rodado, generando subniveles con objetivos alternativos o versiones alteradas del mapa. Estos subniveles presentan desafíos únicos y secretos que amplían la narrativa de cada historia, además de recompensas especiales llamadas Constelaciones Fragmentadas, que funcionan como logros narrativos.

Los movimientos también recibieron mejoras. Además del clásico empuje dual con los sticks, se añade la posibilidad de realizar impulsos temporales con energía cósmica acumulada, permitiendo acelerar momentáneamente o sortear obstáculos grandes. Se incorporan movimientos de rebote gravitacional, útiles para escenarios verticales o niveles en el espacio. Incluso el sistema de cámara fue revisado para evitar frustraciones, ofreciendo un control más libre y dinámico sin sacrificar la perspectiva clásica de Katamari.

El modo cooperativo, uno de los favoritos de los fans, regresa con mayor profundidad. Ahora dos jugadores pueden rodar juntos en modo local u online, combinando sus Katamaris en momentos determinados para formar una Fusión Estelar, un enorme orbe que mezcla las características de ambos. Esta fusión permite acceder a áreas especiales o cumplir misiones de gran escala. También hay desafíos competitivos en línea, donde los jugadores deben completar cuentos más rápido o recolectar los objetos más valiosos bajo condiciones específicas.

Otro detalle entrañable es la interacción con los primos en el Cosmos Hub, una especie de base donde todos conviven. Allí el jugador puede conversar con ellos, decorar zonas con objetos rodados, e incluso escuchar música o desbloquear relatos alternativos. Esta zona central, más viva que nunca, da al juego un sentido de comunidad y pertenencia. Se siente como un homenaje a todos los que alguna vez rodaron un Katamari.

En términos de progresión, Once Upon a Katamari ofrece un sistema de recompensas basado en estrellas reconstruidas. Cuantas más estrellas completas, más recuerdos restauras y más áreas del universo se desbloquean. Algunas estrellas especiales contienen pruebas del Rey, misiones extremadamente difíciles que ponen a prueba las habilidades del jugador. La dificultad está mejor calibrada y desafiante, pero justa, con una curva que motiva a mejorar sin castigar.

Audiovisual:

El juego es una explosión de color y creatividad. Cada mundo parece una pintura viva, mezclando estilos artísticos como acuarela, collage digital y origami. Los efectos de iluminación dan vida al Katamari cuando crece, y los entornos que van desde una aldea japonesa flotante hasta un desierto hecho de relojes demuestran una imaginación sin límites. Todo mantiene ese tono de surrealismo alegre que define a la serie.

La música, una de las grandes insignias de Katamari, brilla con composiciones nuevas y remezclas de temas clásicos. El repertorio va desde jazz orquestal hasta pop japonés con voces delirantes, pasando por baladas espaciales y coros infantiles. Cada canción está perfectamente sincronizada con el tipo de misión y aporta identidad a cada historia. Incluso el doblaje del Rey del Cosmos conserva su tono teatral y egocéntrico, dando un toque de nostalgia inmediata.

Los efectos sonoros, por su parte, refuerzan la satisfacción de cada acción como el sonido de los objetos al adherirse al Katamari, los pequeños gritos de las personas absorbidas, o los ecos del cosmos al completar una estrella, todo está diseñado para generar una experiencia sensorial hipnótica. El apartado técnico en consolas actuales es impecable, con un rendimiento fluido a 60 fps y soporte 4K, que hace lucir los mundos con nitidez y profundidad vibrante.

En sí, este colorido juego se destaca por su capacidad de mantener viva la esencia del absurdo sin sentirse anticuado. Cada misión parece un homenaje al pasado, pero con un toque moderno que lo vuelve más inmersivo. Las referencias visuales a cuentos clásicos, mitos populares y culturas del mundo le dan un valor artístico enorme. No se trata solo de rodar objetos: cada elemento tiene una razón, una conexión con el tema del nivel y una intención narrativa. Esa mezcla entre lo caótico y lo simbólico convierte al juego en una experiencia que estimula tanto la mente como los sentidos.

Otro acierto importante es el tono emocional con el que se aborda la relación entre el Príncipe y el Rey del Cosmos. Aunque sigue habiendo humor y momentos de exageración, el juego logra momentos de ternura sincera que antes no existían en la serie. Hay diálogos que reflejan la frustración, el orgullo y la admiración entre ambos, dándole profundidad a personajes que antes se veían solo como caricaturas. Esto refuerza la sensación de estar jugando no solo una comedia cósmica, sino una historia sobre familia, responsabilidad y redención.

También destaca la enorme atención al detalle en la progresión visual del Katamari. Ver cómo comienza recogiendo pequeños objetos como lápices o monedas y termina absorbiendo edificios, montañas e incluso planetas, sigue siendo una de las sensaciones más satisfactorias del videojuego moderno. Lo sorprendente es cómo el juego consigue que este ciclo se sienta fresco con cada nueva misión, cambiando las físicas, la velocidad y la escala según la temática del cuento. En algunos niveles incluso se altera la gravedad o la dirección de rodado, generando desafíos que obligan a adaptarse constantemente.

Por último, Once Upon a Katamari demuestra que la franquicia todavía tiene mucho por ofrecer. Es un título que combina creatividad, humor, emoción y arte en una sola experiencia que no necesita violencia ni realismo para entretener. Es ideal tanto para veteranos como para nuevos jugadores, gracias a su accesibilidad y a su encanto universal. Al final, este juego no solo celebra los veinte años del concepto Katamari, sino que lo eleva a un nuevo nivel, recordándonos que, incluso en un universo lleno de caos, siempre hay belleza en seguir rodando hacia adelante.

Conclusión:

Once Upon a Katamari es una celebración de todo lo que hace especial a esta franquicia, principalmente el humor absurdo, la estética inconfundible y la jugabilidad simple pero infinitamente adictiva. Pero más allá del homenaje, esta entrega construye algo nuevo,  una narrativa más profunda y una conexión emocional más clara entre el jugador y el universo. Es un juego que te hará pasar horas de diversión gracias a su mundo colorido y sus misiones simples pero frenéticas. Un título que ha vuelto para quedarse gracias a que esta fórmula aún se mantiene vigente. Si te gusta pasar horas recolectando objetos, sin duda esta entrega es para ti.

Lo bueno:

  • Recupera la esencia clásica de la saga.
  • Gran variedad de misiones y objetivos con mecánicas nuevas, creativas y desafiantes.
  • Los primos tienen habilidades únicas que aportan estrategia y rejugabilidad.
  • El modo cooperativo.
  • La dirección artística es bellísima.
  • Banda sonora hilarante.

Lo malo:

  • Algunos niveles pueden resultar excesivamente largos o repetitivos.
  • Ciertas misiones presentan objetivos poco claros.
  • La cámara sigue siendo problemática en espacios cerrados o con muchos objetos.
  • Algunos primos secundarios carecen de peso argumental o desarrollo real.
  • La curva de dificultad puede ser irregular.
NOTA:80

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