Con esta estrategia, las organizaciones pueden asegurar un entorno moderno, seguro y funcional, sin necesidad de realizar un cambio drástico e inmediato, gestionando mejor el tiempo, el presupuesto y la evolución tecnológica.
La cuenta regresiva ha comenzado: el próximo 14 de octubre, Microsoft pondrá fin al soporte oficial de Windows 10, marcando un punto de inflexión para organizaciones y usuarios. Esta transición implica decisiones clave sobre seguridad, eficiencia operativa y estrategia de TI, especialmente ante los nuevos requerimientos técnicos que plantea Windows 11, como mayor espacio de almacenamiento y memoria RAM.
Frente a este escenario, Kingston Technology presenta un análisis de las principales alternativas disponibles, evaluando beneficios, riesgos y exigencias para tomar decisiones informadas y estratégicas.
Opción 1: Continuar con Windows 10 pagando soporte extendido
Para organizaciones que aún no están listas para migrar a Windows 11 o renovar su parque tecnológico, es posible mantener Windows 10 mediante la adquisición del servicio de Actualizaciones de Seguridad Extendidas (ESU), ofrecido por Microsoft a través de una tarifa. Esta solución proporciona parches de seguridad críticos más allá del fin del soporte, aunque solo por un tiempo limitado. En ese sentido, es una medida temporal que retrasa, pero no elimina, la necesidad de migrar eventualmente a un sistema operativo vigente.
Opción 2: Adquirir nuevos PCs
Comprar equipos nuevos con Windows 11 preinstalado garantiza compatibilidad total y acceso a las funciones de seguridad más recientes, facilitando una transición sin contratiempos. Sin embargo, esta opción puede representar una inversión significativa, no siempre viable para organizaciones con presupuestos ajustados.
Además, surge una nueva interrogante: ¿optar por equipos con o sin capacidades de IA?
Elegir PCs con funciones de inteligencia artificial implica asumir una inversión inicial mayor y elegir cuidadosamente el procesador adecuado.
Apostar por equipos sin IA podría significar enfrentar una obsolescencia más rápida, en un margen de 3 a 5 años, conforme la IA se masifique.
Opción 3: Modernizar el hardware existente
Actualizar los dispositivos actuales a Windows 11 es una alternativa rentable, siempre que cumplan los requisitos mínimos del sistema. Este enfoque permite extender la vida útil del hardware y acceder a mejoras en seguridad y productividad, especialmente en un contexto donde la madurez del ecosistema de PCs con IA aún está en desarrollo.
Una actualización de memoria RAM (idealmente a 16GB para tareas estándar o 32GB si se prevé uso de IA) y la incorporación de un SSD con capacidad mínima de 64GB para el sistema operativo, no solo mejoran el rendimiento, sino que posponen la necesidad de una renovación completa de hardware. Esto se traduce en una solución intermedia eficiente y escalable.
Opción 4: No tomar ninguna medida
No hacer nada y seguir usando Windows 10 después del fin del soporte es la opción más riesgosa. Sin actualizaciones de seguridad ni asistencia técnica, los sistemas quedan expuestos a vulnerabilidades, ciberamenazas y riesgos de incumplimiento normativo. Esta alternativa no es recomendable para organizaciones que valoran la estabilidad y protección de su infraestructura tecnológica.
Una estrategia para la transición
Con la inminente despedida de Windows 10, las organizaciones deben evaluar con seriedad cuál será su próximo paso. Aunque la adquisición de nuevos dispositivos es una solución directa, actualizar y potenciar los equipos existentes puede ser la opción más equilibrada, tanto en términos de inversión como de eficiencia operativa.
Kingston Technology recomienda considerar, como punto de partida, memorias RAM de al menos 32GB y unidades SSD de alta velocidad con espacio suficiente, no solo para alojar el sistema operativo, sino para gestionar múltiples procesos con fluidez.
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